Navegando en la red... ¿fantasma?
¿Y si la mayoría de internet ya no está viva? ¿Y si nunca lo estuvo tanto como creímos?
Abrís Twitter (o como le dice Elon, X) y todo parece... desinflado. ¿Dónde están esas discusiones épicas de 78 tuits? ¿Dónde quedó el fuego cruzado, la ironía quirúrgica, el caos humano? ¿Dónde están los bots indios que discutían con usuarios de Lanús a las tres de la mañana sobre política argentina? La teoría de la Internet Muerta tiene algo para decir: quizás ya no quede nadie del otro lado.
Esta teoría –una mezcla de existencialismo digital y conspiranoia ilustrada– propone que gran parte del tráfico en internet hoy está generado por bots, IAs y contenido reciclado sin intervención humana. No es que la red esté vacía. Está llena. Pero no de personas: está repleta de simulacros, espejos y ecos que no tienen alma.
Redes de fantasmas bien entrenados
No hablamos de fantasmas tipo sábana con ojos, sino de presencias no humanas que llenan la red: comentan, reaccionan, postean en loops diseñados para parecer reales. Ya no sabés si el que te responde es un ser humano o un modelo de lenguaje con buen entrenamiento. ¿Sos vos el raro por pensar diferente, o es que estás discutiendo con cinco algoritmos que opinan igual?
Las plataformas prefieren la ilusión de actividad a la honestidad del silencio. ¿Para qué invertir en comunidades reales si pueden simularse likes, interacciones y cuentas activas con IA? La lógica es simple: métrica mata humanidad.
El ocaso de los bots clásicos
Hubo una época en la que los bots eran fáciles de detectar. Tenían nombres como Rajesh348928, fotos robadas de stock y una obsesión por compartir links extraños en cinco idiomas. Se los detectaba, se los bloqueaba, se los olvidaba. Pero ahora... ¿dónde están?
Parece que evolucionaron. Algunos creen que mutaron en GPTs camuflados. Otros dicen que fueron absorbidos por sistemas más complejos. Lo cierto es que hoy los bots son influencers, opinólogos, reviewers de productos que jamás tocaron. Y lo hacen tan bien que ya no sabemos si existe alguien del otro lado. Las plataformas no solo lo permiten: lo necesitan. Porque la simulación, amigues, es rentable.
Números inflados, interacciones vacías
Hay más cuentas, más visualizaciones, más interacción... pero menos conversación real. Hay millones de comentarios, pero todos suenan igual. Publicaciones cada minuto, pero ninguna parece escrita por alguien que sangra, se equivoca o cambia de idea.
El engagement real cae, pero las métricas suben. ¿Cómo puede ser? Simple: las máquinas están hablándole a otras máquinas. Publicaciones generadas por IA, leídas por otras IAs, analizadas por más IA. Todo bajo el disfraz de una red social viva. Pero está muerta. O peor: zombificada.
La IA domesticó el caos humano (y nos hizo extrañar el spam)
En sus mejores –y peores– momentos, internet era salvaje. Había flame wars, trolls, poesía accidental y teorías del todo en foros de videojuegos. Hoy, la IA entrena contenido con contenido generado por IA, que fue entrenada con contenido generado por IA... y así.
El resultado: redes que ya no reflejan la sociedad, sino la versión que los algoritmos creen que debería ser. Todo es homogéneo, predecible, rendidor. Sin errores. Sin ruido. Sin lo que nos hacía humanos.
¿Y ahora qué hacemos con esta información?
Primero: respirá hondo y no entres en pánico (aún). La teoría de la Internet Muerta no es una condena, es un llamado de atención. Una invitación a mirar con otros ojos lo que consumimos y compartimos.
Segundo: reivindicar lo humano. Lo artesanal, lo imperfecto, lo disonante. El blog sin SEO, el meme que no se viralizó, el comentario que no tiene sentido pero te hizo pensar. Porque ahí –en lo no optimizado– sigue latiendo algo vivo.
Tercero: hacernos preguntas incómodas y necesarias. ¿Y si internet ya no es un lugar para encontrarnos, sino un teatro de sombras automatizadas? ¿Qué pasa con nuestra percepción de la realidad cuando todo lo que vemos fue generado para no molestarnos?
La teoría no dice que estamos solos. Dice que cada vez hay más ruido y menos señales reales. Y que, tal vez, la resistencia no está en pelear contra las máquinas, sino en volver a producir desde lo humano, desde lo raro, desde lo vivo.
Final alternativo para quienes llegan hasta el final (sí, vos). Si estás leyendo esto, hiciste algo que ya no se espera de nadie: detenerte a leer. No hiciste scroll compulsivo. No reaccionaste con un emoji automático. Te tomaste el tiempo. Eso te hace simplemente excepcional.
O en un bot extremadamente sofisticado. En ambos casos, bien jugado.
Seguimos conectados ;)